TERTULIA DE LOS ESCRITORES “LETRAHERIDOS DE HOSPITAL” Acta 2//2024 16-2-2024

                                    EN UN REINO DE INSPIRADAS ESTRELLAS

PRESIDIDO POR CASI CASIOPEA



ASISTENTES

 

El espíritu  de Fernando Mesquida Garrido

(Narrador)

(Autor de “Luces de Bengala. Un voluntario en el corazón de India” y

“Un mar de rosa y oro”)

(Solo en espíritu, su motivación e interés por preservar la gloria de los letraheridos, su permanente pensamiento poblado de tan importante y literaria cofradía, le confieren poderes especiales como la telepatía y bilocación, implementadas en esta ocasión por morar en la espiritualidad del Convento de las Clarisas de la bella ciudad de Sevilla)

 

Casilda Jáspez Diéguez

(Poeta)

(Autora de “Retazos de una vida cualquiera”

colección de microrrelatos y “A dos voces”)



Mercedes Rodríguez del Castillo Martín

(Narradora)

(Autora de “Los Amados Robados” y “Legado Sentimental”)

 

José Tomás Liñán Tejada

(Narrador)

(Autor de “El jardín impedido” y “El moral de siempre”)

 

José María Cotarelo Asturias

(Poeta)

(Autor de “La Nieve y las campanas”, “En algún lugar de las palabras” y “El nombre de las horas perdidas” entre otros muchos poemarios)

 

Manuel Gálvez Ibáñez

(Narrador)

(Autor de “Vive. Reflexiones de un médico de familia” y “Enamorado”)

How I Learned to Stop Being Sexist and Love Miss Marple Manuel Peña Taveras

(Poeta)

(Autor de “El café de los deseos”)

 

 

 

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A las 15:00 horas, del día 16 de febrero de 2024,  los escritores Letraheridos arriba citados se reúnen en la  Cafetería de los Paseíllos Universitarios, para tratar el siguiente orden del día:

 

1.-  Lectura de microrrelatos preparados por Casilda Jáspez  a partir de los relatos que conforman  la 1ª antología de la Cacharrería Cine y Literatura a cargo de Casilda Jáspez

 

2.- Ruegos y preguntas.

 

 LOA A CASI CASIOPEA

 

¡Oh diosa de las celestes moradas de estrellas!, cuando la noche cubre con su manto todas las porfías del mundo. Fuiste tú, gran Casi Casiopea, quien llevó a buen puerto la sesión de los Letraheridos con malabares juegos de palabras que llenaron de dicha la tarde que discurrió para inolvidable recuerdo de los escritores. Por ello no te hemos de olvidar. Por ello te hemos expresar nuestra gratitud. Por ello queremos también encender un fuego de estrellas en tu nombre y como ofrenda a ti, por las gracias que te dignas a ofrecer a los mortales desde tus elevadas moradas. Desde las cúspides de tu elevada sabiduría, las emociones de los mortales, en sus encuentros y desencuentros, son por ti aliviadas desde tus telares sanadores.




Un fuego para ti, Casi Casiopea, se eleva hasta tus estrellas.


Gauss el travieso, es azarosamente imprevisible. En ocasiones se prodiga con benevolencia, como fue el caso de las dos últimas  sesiones, en las que contamos con la práctica totalidad de los Letraheridos, y en otras sin embargo, como en la presente, ha mostrado sus artes más inconscientemente malévolas al permitir la asistencia de tan solo la mitad de la plantilla de los Letraheridos.

 Si bien estaba previsto que Casi Casiopea disertara sobre el interesante tema de Cine y literatura, éste ha tenido que ser pospuesto a una siguiente sesión por aclamación popular de los Letraheridos que se han tenido que ausentar.

 

Sea como fuere, la media docena de Letraheridos acuden ufanos e ilusionados a su cita mensual, bajo un sol más que primaveral que ilumina un cielo y una tierra que precisan de sus palabras. Y se funden con el amasijo de estudiantes, lo que en definitiva un día fueron ellos también. Y la verdad es que a tenor de las expresivas fotos de la galería de este acta, no podría asegurarse donde reina más la alegría, si entre los estudiantes o los Letraheridos


Apenas rebasado el idus de febrero, Manuel Gálvez propuso hablar con la editorial Almuzara –que se va a encargar de la próxima publicación de su libro sobre léxico sefardí- , a efectos de la posible publicación de la 1ª Antología de la Cacharrería. Se trata de una excelente idea que acogemos con gran beneplácito, ya que valoramos que la citada antología cuenta con una gran calidad literaria a través de la variedad de los temas que son tratados en sus diferentes relatos y poemas.

 

Casi desarrolló una breve exposición a modo de presentación sobre el tema que desarrollará en una próxima sesión sobre Cine y Literatura.

 

A continuación  Casi Casiopea, desde sus inspiradoras estrellas nos comunica la gran idea que ha tenido: Ha realizado un extracto de cada uno de los relatos o poemas que conforman la 1ª Antología de la Cacharrería, reelaborando incluso el propio título, dando así muestra de cómo en sus manos la literatura ha dado lugar a otra literatura de gran originalidad. La consigna fue que los relatos fueron leídos por los diferentes Letraheridos.

 

Y así fue  como aquella tarde Casi Casiopea desde sus estelares espacios, saco su varita mágica y se hizo el siguiente prodigio de creatividad e invención…..




La varita produjo la alquimia de los “cacharros” que conforman la 1ª Antología de la Cacharrería de los Letraheridos, de modo que en la nueva aleación de “metales” y materiales diversos resultaron nuevas versiones de los relatos inicialmente escritos por cada uno de los Letraheridos.

Invitó Casi Casiopea a que los Letraheridos presentes procedieran a la lectura de los nuevos textos salidos de la marmita de Casi y el resultado fue el siguiente





Mágica marmita de Casi Casiopea

 

 

INSTANTE DE CRISTAL

 Basado en “El  Cuenco rojo” de Javier Castejón,  leído por Casi


Instantes antes de encontrar el cuenco de cristal, tuve una visión fugaz sobre cuya realidad no me atrevo a asegurar nada. Quizá solo fue una imagen especular surgida de mi inconsciente. La llamo así porque sucedió de forma idéntica a mi recuerdo infantil. La llamo así porque yo me encontraba en ese momento paseando por la playa, la playa de mi soledad, cuando vi de nuevo a mis padres andando cogidos de la mano unos metros delante de mí. Como tantas veces había pasado en los años felices de mi primera vida. Fue solo un instante, pero con la suficiente certeza como para sembrar en mi ánimo la duda acerca de si se trataba de una imagen real o un reflejo onírico surgido de mi memoria infantil. Fue tan efímera la visión que quedé allí consternado, sin un juicio claro sobre qué me había pasado. Y fue en aquel punto de la playa, justo donde segundos antes habían surgido los fantasmas oníricos de mi infancia, mi padre y mi madre caminando unidos de la mano,  donde encontré semi hundido en la arena el cuenco rojo de cristal.


 

VOLAD

De “Abuela” de Manuel Galvez, leído por Mercedes

 

   A fuerza de golpes fuerte, sí, y a fuerza de sol bruñida, pero, con una ambición de muerte nos inoculabas tus sueños, tus ilusiones no cumplidas. Nos leías los cuentos para hacernos volar, pensé durante mucho tiempo; hoy pienso que también para volar tú, para escapar tú en nosotras. Nos tomabas la lección. Niñas, ¿habéis hecho la tarea? era la frase invariable antes de irnos a la cama. Todo se podía negociar menos esa ley, casi religión, que profesabas. Escapad gente tierna que esta tierra está enferma y no esperes mañana lo que no te dio ayer, parecías decirnos en letras de canciones que desconocías. Volad, volad lejos, tanto como podáis.

 

                            

 

ATRAPADA

De “Espuma de mar “de Francisco Luque, leido por Manuel Galvez

 

La chica contempló el océano desde el paseo marítimo, estaba amaneciendo y la visión de los rayos de sol iluminando el mar le devolvió un recuerdo olvidado, en el que hablaba con una mujer. Sentía que era su verdadera madre, estaban bañándose y le dijo, — no te alejes de mí, en un idioma diferente.

Pero ella no le hizo caso, salió detrás de un delfín y cuando se dio cuenta algo la había atrapado, era una red de pescadores, trató de quitársela, pero no pudo y contempló desesperada, como la elevaban mientras sentía un dolor en sus piernas. Recordó también como su madre la miraba desde el mar y le gritaba en esa lengua que los pescadores no escuchaban ni entendían.

 

                              

 

 

EL ULTIMO RELATO

De La jarra expósita de Fernando Mezquida, leido por Chema.

 

   Aquel  anciano escritor, que apenas se reconocía a sí mismo al ver aquel objeto y tenerlo en sus manos,  recordó que un día se había desprendido de él para devolverlo ahora a su casa. Permaneció absorto un buen rato, parecía como si el interior de aquella jarra contuviera parte de su vida y su memoria, miró dentro de ella y, de manera prodigiosa, comenzó a escribir lo que sería su último relato.

 Unas horas después, la colombiana que lo cuidaba y que leía a Gabo, encontró su cuerpo sin vida, con unas cuartillas sobre su pecho  que contenían la historia de una jarra que un día abandonó.

 

AZUL

De “21 toneladas” de Mercedes Muñoz, leído por  Jose Tomas

 

Tal vez sean esos pasos los que me han traído hasta aquí, hasta esa ventana por la que se cuela el azul de un día que pudiera ser maravilloso si no fuese tan oneroso, en un intento más de desear ser los últimos. Atravesado el azul  por el blanco de las  gaviotas, gaviotas que vuelan,  o gaviotas que huyen,  o simplemente  farolas de carretera, farolas blancas que  se me antojan gaviotas, ya no lo sé, azul, blanco, blanco, azul, el latido de mi corazón, lup-dup, lup- dup, azul, blanco, blanco, azul,  el palpitar del tiempo, tic, tac...tic.

 

LA MAGIA DE LA ABUELA

De “La caja de taracea” de Manuela Padial, leido por Manuel Peña

 

   Todo en aquella habitación era, a la vez, mágico y enigmático. Me gustaba quedarme a dormir entre sus paredes húmedas, abrazada a la abuela, escuchando una y otra vez las historias maravillosas que llenaban el aire de casitas de chocolate y hojas de col que protegían a los niños pequeños. Abrazada a su pecho los bosques llenos de lobos, los estruendos de las tormentas y los silbidos de los vientos impacientes, eran tan amables que la noche me acunaba en un sueño impregnado de paisajes maravillosos.

LA CUSTODIA DE LO PERDIDO

De  “La naranja mecánica” de Mercedes Rodríguez del Castillo. Leído por Casi

 

Frecuentemente, la memoria es la evocación de una serie de sensaciones que volvemos a percibir después del tiempo. En muchas ocasiones es a través de la presencia de un objeto lo que nos retorna al pasado que huyó, y esa pieza dispone de la capacidad de llevarnos a una época precisa de nuestra vida. Y así vuelve el lugar donde vivíamos, la atmósfera de las calles que transitábamos, el olor que había en el aire y quizás también, y de alguna manera, a quien nos amó.

A mí me agrada tener a mi vista ciertas cosas que posiblemente no dirían mucho a otros, pero la historia que conservan, los recuerdos que me traen, los hacen valiosos para mí. En los momentos en que caemos en el error de la melancolía, cuando la nostalgia te envuelve en un espacio triste y dulce, me resulta grato pasar mis manos por esas cosas que tienen la virtud de custodiar aquello que perdimos.   

         

CON LOS OJOS DEL AMOR

De “La jarra preciosa” de Piedad Santiago leído por Mercedes.

             Muqui era muy soberbio, durante el día se mostraba hosco con sus convecinos, huraño y solitario. daba mucho miedo porque las orejas se le habían puesto muy puntiagudas y la barba le llegaba casi hasta el suelo. Eran pocos los que se atrevían a hablar con él.

            Con mucha ilusión citó a Lissa para tomar una gran merendola. Preparó bizcocho, pastelitos, trocitos de fruta escarchada, fresas silvestres y vasitos de néctar recolectados al amanecer por sus propias manos. 

Lissa se quedó asombrada ante el despliegue de generosidad de su amigo. Al mirarlo vio en el fondo de sus pupilas un gran manantial de amor. Le pareció muy hermoso. Y, si no hubiera sido por la punzada de nostalgia que tuvo en aquel instante, lo hubiera besado. Muqui le sirvió en la jarra nueva el té y ella, al verla, casi se muere de alegría. Reconoció enseguida todo lo allí representado: los bellos campos austriacos, los bailarines y la preciosa ciudad. Lloró de emoción durante un buen rato sin poder soltar la jarra en la mesa. La acariciaba y la besaba. 

DESPEDIDA

De “Humo”de Antonio Tapia, leído por  Manuel Galvez.

  Salió de la cueva y se detuvo a fumar una pipa mientras miraba la silueta de la Alhambra emergiendo entre los árboles de la colina. Había cambiado de idea y entendió que necesitaría descansar para el día siguiente. Mientras bajaba hasta su casa le daría tiempo para elaborar un plan, en el que necesariamente entraría Vargas. También tendría que hablar con Pamela. Lo que iba a hacer no estaba exento de riesgo y, si le ocurría algo, no se quería marchar sin despedirse como le había ocurrido a la pobre Chelo. Antes de llegar a casa, pasó por el carmen de Pamela y le dejó una nota bajo la puerta para invitarla a desayunar en el Café Alameda.  

            A las nueve de la mañana caminaba por la plaza del Campillo hasta el Café Alameda. Pamela estaba sentada en una mesa y lo recibió con una sonrisa.

-Pamela, vengo a despedirme de ti, tengo que hacer un trabajo muy delicado.

-¿Qué estás diciendo? -preguntó ella con su acento extranjero amplificado por la sorpresa-. Yo también me quería despedir de ti. Llevaba algún tiempo pensando en marcharme a Méjico. Te veo muy raro. ¿Qué trabajo es ese que dices? – preguntó sin demasiada esperanza de obtener una respuesta-. Quizá lo que deberías pensar es en venir conmigo a Méjico y escapar de este avispero.

-Si me lo hubieses planteado hace unas semanas tal vez habría aceptado. Y si esperas un par de días, puede que acabe por hacerlo. Pero en este momento tengo algo importante que resolver. No sabes cómo me gustaría volver a verte pasado mañana… Y ahora me vas a tener que disculpar, lo que tengo que hacer es muy urgente-. Le dio un beso, se levantó y caminó despacio hacia la puerta tras pagar el desayuno.

 

                                               

                                                          

 

NGIL

De Ngil de Jose Maria Cotarelo, leido por Chema

                         

                           Sobre la mesa, reposa, ya sin tiempo,

venida desde la selva del Camerún,

 

una máscara Ngil. La luz se para,

repasa los trazos, los pliegues, las heridas.

 

Sus ojos miran hacia adentro,

hacia la penumbra que ahueca

las concavidades del tiempo,

la estolidez del hombre, el rito.

 

Estoica, ecuánime, indiferente,

trae el rictus de la ceremonia,

el cansado gesto de las causas perdidas,

la angustia de las súplicas no escuchadas.

 

Alguien mordió su albura, raspó

los entrenudos, llegó a la médula

buscando la deidad que se escondía

en la arcana semilla hecha monolito.

 

¿Qué gubias, qué formones, qué escofinas,

qué punta de navaja, qué filos

dieron forma a su ordenada cabellera

o descifraron sus hebras ahora místicas?

 

 

Una estatua de fuego arrepentido

parece reflejarse en los espejos de la historia,

un pilar de líneas ahora muertas

que duermen en inevitables recintos.

 

No, no volverás nunca a las altas cumbres

donde la voz del hombre no llega,

ni brama el guepardo. Allí donde el cielo

temeroso del mito, halla su cosmogonía.

             

Oh tú, espacio ya imposible

que reposas sobre el ilusorio velo

del canto inverso, ya sin esperanzas

de ser sutil sentencia en ningún juicio.

 

Estas manos que te trajeron hasta aquí

son las de la niña vilmente violada;

la de la niña expulsada de la aldea que apresó

el único talismán que su abuelo le regalara. 

 

Hoy, ante tu silencio atroz me pregunto

qué pacto hemos de establecer,

a qué crepúsculo mirar cuando

tu generosa quietud despierte en grito.

 

Urge que me hables, que me digas,

qué trato, qué edificada arquitectura

                                                                 

hemos de erigir entre estas dos máscaras;

estos dos trozos hechos de madera de dolor

 y de olvido.                                                                                                                      

ME CUESTA SABER DONDE ESTOY

De “El teléfono” de Fernando  Jaén, leÍdo por Jose Tomas

 

Estoy perdiendo la memoria. Me cuesta saber dónde me encuentro. Olvido cosas, no reconozco ciertos lugares. Veo caras de personas como si estuvieran detrás de un velo transparente. A veces hay una niebla espesa, que no sé si está en mis ojos o fuera de mi. Una clara densidad que amortigua mi propia voz. De las pocas cosas que aún recuerdo es el teléfono de casa. Era de un color verde grisáceo, con un disco de marcación. Lo trajeron cuando nació Fernando. Y también el número, que comenzaba con el prefijo de Granada, 958. Cuando me viene a la mente, intento llamar. Telefoneo, pero no sé ni qué hora es. A veces llamo de madrugada. Pocas me lo han cogido. Una vez contestó mi hijo al otro lado. Al oír su voz quedé mudo. No pude decirle nada. Lloré. Lo he intentado en otros momentos. Insisto. Cada día que pasa me cuesta más recordar. La próxima ocasión, espero que hablemos. Decirle lo mucho que le quiero. Darle las gracias por seguir dejando flores en mi tumba. 

                                      

 

EL ABRAZO

De “El Ánfora de la verdad” de Casilda Jaspez, leído por Casi

                      

  La tarde se mostraba tranquila esperando la caída del sol y la llegada de la noche con la inmensa paz del que siente su misión cumplida, el mar se deslizaba por la arena en un incesante oleaje que borraba las huellas de sus pasos al caminar. A lo lejos junto a una roca divisó una figura humana diminuta entre tanta inmensidad y que todo lo llenaba. ¡Era Paul su verdadero abuelo, era la única familia que le quedaba! aceleró su paso para reunirse con  él, hasta echar a correr.

  Cuando Paul la tuvo delante se quedó impresionado al verla, era como si estuviese viviendo la escena del pasado en ese mismo lugar donde se reencontró con Anne, como si ella viviese en aquella joven pelirroja, no solo por tener el mismo pelo, los mismos ojos, tenía además la misma expresión en su rostro. Nieta y abuelo al encontrarse, se fundieron en un profundo y emocionado abrazo.  

ERGUIDA

De Erguida  de  Manuel  Peña, leído por Manuel Peña

 

                           Bañada por un Sena

lento, pero infatigable.

Torrente

que separa las piernas de la ciudad

como un mar bíblico.

Una esfinge:

la aún humeante Notre Dame.

 

Erguida, cual herrumbroso y terco

ciprés que se yergue al cielo,

entre toldos de nubes.

Y París a sus pies.

Ella, faro sobre calles

trazadas como rígidas raíces de un árbol milenario.

Mirada férrea,

que otean

a parejas que deambulan

pregonando su amor por los Campos Elíseos

 

Al fondo,

                   el pétreo Obelisco de Luxor,  

 

en un innegable incesto

París, ciudad de la luz

reflejada en el atrio del cansado Louvre,

relleno de atónitos visitantes,

borrachos de historias inventadas,

que raen foto a foto.

 

¡Ooh, la la…!

París, la ciudad del amor

…y del desamor,

bien vale una misa

…o dos.

 

 

Y así fue como aquella tarde, al leer los textos de los unos y los otros, los Letraheridos, fundieron las almas de sus creaciones. 



Discurrió una reunión en la que los Letraheridos lo pasaron muy bien, y cuando quisieron darse cuenta, el tiempo había transcurrido en su mejor versión, “Kairós” (ver acta de la sesión anterior en la que se desarrolla profusamente este concepto en contraposición al tiempo “Kronos”). Y es que cuando se juntan al menos 2 letraheridos o más, siempre surge algo bueno.

 

Se levanta la sesión a media tarde, cuando ya la magia de Casi Casiopea había llegado a su cénit.

GALERIA



Junto al arbol de la vida….palabras floreciendo en distinguida voz de azul aureolada.




¡Oh palabras, en ramas florecidas! 








Cuando habla una constelación no cabe más que el asombro






No hubo secretario por cerveza tostada mejor inspirado




Muy ufanos los Letraheridos de Hospital bajo el sol de marzo



Destellos finales de la magia de Casi Casiopea

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