TERTULIA DE ESCRITORES “LETRAHERIDOS DE HOSPITAL” Acta 4//2022 29-7-2022
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA Y
LA IMPORTANCIA DEL GENERO EPISTOLAR EN LA LITERATURA
AMADOS ASISTENTES
Fernando Mesquida Garrido
(Narrador)
(Autor de “Luces de Bengala. Un voluntario en el corazón
de India” y
“Un mar de rosa y oro”)
Francisco Luque Martínez
(Narrador)
(Autor de “El Largo Domingo Santo” y “Ultimum Iustus”)
Casilda Jáspez Diéguez
(Poeta)
(Autora de “Retazos de una vida cualquiera”
colección de microrelatos)
José Tomás Liñán Tejada
(Narrador)
Mercedes Rodríguez del Castillo Martín
(Narradora)
(Autora de “Los Amados Robados”)
Manuela Padial Sánchez
(Poeta y narradora)
(Autora de "Mariposas", galardonada, entre
otros, con el 2º premio en el XXIII Certamen Literario de Declaraciones de
Amor)
José María Cotarelo Asturias
(Poeta)
(Autor de “La Nieve y las campanas”y “En algún lugar de
las palabras”, entre otros poemarios)
Manuel Gálvez Ibáñez
(Narrador)
(Autor de "Vive. Reflexiones de
un médico de familia" y “Enamorado”)
Antonio Mejías Melguizo
(poeta)
Nuestro anfitrión –junto con Manoli- y poeta, galardonado con el primer premio de poesía en el XLV
Certamen Castillejo-Benigno Vaquero, del presente año
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A las 20:30 horas, en la calurosa
tarde del día 29 de julio de 2022, los escritores Letraheridos arriba citados,
son convocados en el pueblo de Dúrcal, en la casa de Manoli Padial y Antonio
Mejías, para celebrar la velada con disertaciones y confidencias en torno al
amor.
UN POCO DE HISTORIA Y FOLKLORE PARA
COMENZAR
No hizo falta que los Letraheridos emularan a nuestra legendaria Reina de las Rancheras, Rocío Durcal, -quien posó su dedo al azar sobre un mapa político de nuestro país, resultando ser un pueblo de la Comarca del Valle de Lecrín y que le dio su nombre artístico-, para que se dieran cita en ese mismo lugar, ya que previamente habían sido imantados por el sugerente tema de una velada en la que además iban a ser leídas cartas en torno al amor. La guapa Novia de la Juventud de los años 60 recibió muchas cartas de amor y fue actriz en innumerables películas como “Amor en el aire”. ¡Ah el amor y los sentimientos hacia alguien de cara bonita y más bella voz! ¡El amor inmemorial que tanta tinta y lágrimas derramara en todos los tiempos, fueran de cólera o de bonanzas! ¡El amor que reunió a los Letraheridos para hablar del más intenso de los sentimientos!, al amparo de su lema “Amicitia et Litterae”.
El valle de Lecrín, trocado en
romántico y luminoso valle del amor y las palabras.
La calle Nogal de la barriada de Marchena de Dúrcal, la perla del Valle de Lecrín, bien pudiera llamarse la calle del Almez, ese alto árbol que preside y da sombra a la morada en la que hemos sido convocados. Un árbol frondoso cuyas ramificaciones se abren al cielo como manos abiertas buscando inspiración para el poeta. Un árbol que acompañó la infancia de Antonio, nuestro anfitrión y que junto con él fue creciendo, trepando hasta su copa para divisar los anchurosos horizontes del valle. Un árbol como un hermano que da cobijo y protege. Un árbol que la leyenda vincula a la Odisea y la tierra de los lotófagos a la que arribaron las naves de Odiseo desviadas por el viento. Algunos estudiosos creen que el loto al que se hace referencia podría ser la almecina, que es precisamente el fruto del almez. Junto al árbol, una casa de frondosa vegetación cubierta y al otro lado de la casa un huerto cuyos frutos nos dan la bienvenida: sobre la mesa un centro con ciruelas rojas y manzanas. En el menú, remojón granadino, tortillas de espinacas, jamón y delicioso queso de cabra, además de suculentas patatas a lo pobre. Todo ello aderezado con buenos vinos y el incesante sonido de cigarras que riega de verano todos los platos. También aires más frescos que los de la ciudad acudieron a nuestra mesa.
Almez a cuya sombra y cobijo se reunieron los Letraheridos, junto
a la casa de frondosa vegetación cubierta.
Junto al almez se encuentra el
rincón de la piedras. Piedras traídas de diferentes lugares del mundo.
“EL
AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COLERA” , de Gabriel García Márquez
Y mientras los Letraheridos se
deleitan con el menú gastronómico y después del tráiler de la película del
mismo nombre de la novela de García Márquez, inicia su disertación Manoli
Padial, ilustrándonos con unas breves pinceladas de la biografía del escritor,
quien nace en Aracataca, Colombia, un 6 de marzo de 1927 y muere el 17 de abril
de 2014. Nos dice que es en las
enseñanzas de su abuelo donde el escritor encuentra inspiración para sus
historias. Su primer cuento se titula “La tercera resignación”. En 1967 tiene lugar su consagración como
escritor con su novela “Cien años de soledad”. En 1982 recibe el premio Nobel
de literatura.
En su novela “El amor en los
tiempos del cólera”, es el amor el tema principal y se inspira en la historia
de amor de sus padres. Recoge una nutrida correspondencia entre Fermina Daza y
Florentino Ariza. La historia transcurre entre epidemias de cólera y guerras
entre liberales y conservadores. Se trata de una historia de amor que espera
medio siglo para poder ser consumada, en la transición entre los siglos XIX y
XX. Florentino sigue anclado en los recuerdos del pasado, mientras que Fermina intenta escabullirse del
mismo.
Hay pasajes de la historia como
el de las cartas comerciales escritas con gran lirismo, que es el preferido de
la ponente.
La novela está escrita desde la
perspectiva del narrador omnisciente, y con un estilo hiperbólico,
produciéndose saltos hacia adelante y atrás en el tiempo.
El personaje de Juvenal Urbino
representa el progreso. El amor se compara con la enfermedad y es representado
como un sentimiento capaz de alterar el equilibrio. La vejez se representa como
un espacio para la esperanza. La novela reflexiona sobre las manifestaciones
del amor. El enamoramiento es alimentado por las cartas o la palabra escrita.
ALGUNAS
PERLAS DE LA NOVELA
A continuación toma la palabra
Francisco Luque para leernos algunas frases destacadas del libro:
Sobre la vida:
-
La sabiduría
nos llega cuando ya no sirve para nada.
-
Era todavía
demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos
recuerdos.
-
Se dejó llevar
por su convicción de que los seres humanos no nacen para siempre el día en que
sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a
parirse a sí mismos.
Sobre el
amor:
-
Le enseñó lo
único que tenía que aprender para el amor: que la vida no la enseña nadie.
-
Tenía que
enseñarle a pensar en el amor como un estado de gracia que no era un medio para
nada, sino un origen y un fin en sí mismo.
- El amor se hace más grande y
noble en la calamidad.
Sobre la
vejez y la muerte:
-
Florentino
Ariza sentía que el tiempo de la vejez no era un torrente horizontal, sino una
cisterna desfondada por donde se desaguaba la memoria.
-
Cada uno es
dueño de su propia muerte y lo único que podemos hacer, llegada la hora, es
ayudarlo a morir sin miedo ni dolor.
-
La muerte no
tiene sentido del ridículo, y agregó con pena, sobre todo a nuestra edad.
Sobre la
escritura y los poetas:
-
El que no
tiene memoria se hace una de papel.
-
Las cartas
comerciales de rutina tenían un aliento lírico que les restaba autoridad.
-
Su padre
repitió hasta el último aliento que no había nadie con más sentido práctico, ni
picapedreros más empecinados ni gerentes más lúcidos y peligrosos que los
poetas.
LA IMPORTANCIA
DEL GENERO EPISTOLAR EN LA LITERATURA
Hace referencia Manoli Padial
al género literario de la carta, que podría definirse como una comunicación
bidireccional. Cuyo texto en primera persona se transmite de un yo a un tú. De
lenguaje práctico, coloquial y comprensible.
En el antiguo Egipto era un
trabajo común de los escribas la escritura de cartas.
El siglo XVIII es la gran época
del género epistolar por excelencia, ocupando un lugar destacado las “Cartas filosóficas”, también llamadas “Cartas
inglesas”, de Voltaire.
En el siglo XIX, en España, la
novela de Juan Valera, “Pepita Jiménez”, contiene en su primera parte las
cartas de un seminarista.
Ya en el siglo XX, cabe
destacar “Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso” de Miguel Delibes, “El
jardín de las dudas” de Fernando Savater, y “La tesis de Nancy”, de Ramón J. Sender.
Con las nuevas tecnologías la
escritura de cartas cae en desuso y cabe preguntarse si ¿Es posible todavía
recibir una carta de amor?.
Se refiere también a la obra de Verónica Fernández y Yolanda García
titulada “¿De que va eso del amor?”.
En “La vida en las ventanas” de
Andrés Neuman, se explora el mundo de la comunicación con las nuevas
tecnologías.
Y antes de proseguir con la
lectura de algunas cartas que nuestra anfitriona nos ha ido asignando,
brindamos por ella y por Antonio, nuestro anfitrión.
Entre los amigos Letraheridos
reina la complicidad, confianza e intimidad. Son los ingredientes ideales que
predisponen el espíritu para la lectura de cartas que guardan entre sus líneas
íntimos latidos de corazones, reales o imaginados. Se trata de cartas que
precisan estos ingredientes para poder ser compartidas.
Las historias que se cuentan al
oscurecer emigran todas por el llano camino de la sensibilidad compartida. El
crepúsculo las envuelve en sus velos maternales. Las claras palabras traen
consigo sones de vida que refulgen de nuevo bajo la bóveda del cielo.
El primer lector es Manuel
Gálvez, quien nos lee una original carta, llena de sabiduría, escrita por nuestra anfitriona Manoli Padial, con la que
fue galardonada con el primer premio en un concurso literario. Se trata de una
carta dirigida por un hombre a su anterior pareja, a quien quiere sorprender con un regalo realmente
original y tras buscar en tiendas de regalos o de viajes y no encontrar nada
que realmente merezca la pena, recuerda que su amiga en cierta ocasión le pidió
tiempo, un tiempo que le permitiera resolver dudas y aclarar sentimientos, alejar
recelos o prejuicios, por lo que decide matricularse un curso sobre economía
doméstica, claves para ahorrar tiempo y dinero en tiempos de crisis. Y ese
tiempo que ahorra es depositado en una caja para podérselo regalar a la amiga,
pero al final la caja llega a estar llena
de un tiempo que es inservible, un tiempo efímero que no vuelve, y que no sirve
para ahuyentar dudas o devolvernos el sabor de unos labios; dándonos con ello a entender que en la vida no
vuelven las segundas oportunidades.
Han pasado muchos años, nos
cuenta ahora Fernando. Durante siete décadas
unas cartas de amor escritas en
cuartillas que entonces escaseaban, han estado esperando voces y
corazones dignos de ellas y de sus delicadas emociones para ser dichas. Hubo en
la postguerra española un hombre enamorado a quien no le resultó fácil, por
cuestiones de clase llegar a la plenitud de su amor. Y por primera vez Casi -tenía
que ser una poeta-, la poeta Casilda Jáspez se dispone a fundir en la noche de
verano las palabras vertidas en una primera carta de amor a Pilarín, la amada
de Xim. Es más adelante José Tomás quien nos lee la segunda de las cartas de
alguien que mantuvo encendida la llama de su amor a pesar de las dificultades
encontradas en el camino, y de que ella
se ausentó durante años fuera de la ciudad en que se conocieron. Llegamos a un
momento culminante de la noche, en que las voces de nuestros Letraheridos vuelven
a dar vida a intensas emociones.
Nuestra Letraherida Mercedes,
ha cultivado también el género epistolar con su obra “Cartas a Fernando”. Y de
ella nos lee algunas cartas. En la titulada “Tu mirada y yo”, nos habla del poder que
tiene una mirada enamorada sobre el ser amado para conferirle una identidad que
siente desdibujarse ante la ausencia de los ojos del enamorado. La historia de un lobo y la fidelidad a su
pareja más allá de la muerte nos es
contada en su carta titulada “La loba”, en donde el aullido de dolor es
comparado con el luto, la ropa negra, en
el duelo de un ser humano.
En el XLV Certamen
Castillejo-Benigno Vaquero, del presente año, fue galardonado con el primer
premio de poesía, nuestro anfitrión Antonio Mejías, quien no pudo acudir a la entrega del mismo el
pasado 17 de junio, por encontrarse en feliz viaje por tierras asturianas. Fue nuestro Letraherido Chema Cotarelo, asturiano
y también poeta, quien en nombre del ganador recogió el citado premio entregado
en el teatro Martín Recuerda de Pinos Puente. Se trata, según nos señala Chema,
de uno de los certámenes literarios más antiguos de Andalucía y de él destaca
su transparencia y honradez en la concesión de los galardones.
Chema entrega a Antonio Mejías
el diploma acreditativo del citado premio y una bella estatuilla, además de
unos libros sobre el maestro Benigno
Vaquero.
Lectura de la carta “Amor
definitivo” de Antonio Mejías.
A continuación Chema da lectura
a una carta de Antonio Mejías, galardonada con el primer premio en el Certamen
Internacional de cartas de amor de la Ciudad de Bailén. Se trata de una bella carta, original, misteriosa y llena de
sabiduría titulada “Amor definitivo”, en la que
se invoca a alguien a la que se está predestinado a amar para siempre, la muerte, y en la que la vida es como un
aprendizaje para preparar su encuentro, un camino para su comprensión. Se trata
de un texto cuya hondura nos deja profundamente conmovidos.
Antonio Mejías nos lee una carta de Manoli
Padial, en la que se nos habla de que alguien ha perdido el nombre de la
persona a quien escribe, nombre que antes no podía apartar de su pensamiento.
Nombre que es buscado en los más insospechados lugares y de las más variadas
formas, sin resultado alguno. Una carta sobre el vacío que deja el
desamor.
Una carta de Casi que iba
dirigida a una amiga y que sin embargo no le llegó a enviar, es leída por
Manoli Padial. Con motivo de una fiesta de cumpleaños, se hace balance de lo
sucedido en el último año y se canta a la amistad, al amor y a la capacidad
humana para superar la adversidad, con el trasfondo de unas delicadas circunstancias personales.
Asistimos a la comunicación íntima y cómplice entre dos amigas, que concluye
con una invocación a la esperanza.
El compositor Alessandro
Ignazio Marcello, (Venecia 1673- 1747) amante de la poesía, la filosofía y las
matemáticas
Cuando la noche deja ya
vislumbrar la plenitud de sus estrellas, como rutilantes coronas sobre los
Letraheridos, se elevan hacia ellas temblorosas, las notas de los violines para
dar paso a una de las más dulces composiciones para oboe. Se trata del
Concierto para oboe en re menor del compositor Alessandro Ignazio Marcello,
cuyo segundo movimiento adagio se posa con la sutileza de alas de mariposa
entre los Letraheridos para ser el acompañamiento de otra carta de amor. La de
un violinista a su amada Elisa, oboísta. Y si esta bellísima música fue la
banda sonora de la inolvidable película “Anónimo Veneciano”, también lo es
ahora de una bellísima carta en la que se nos cuenta otra historia de amor.
Se trata de una carta de Manoli
Padial que nos lee Fernando, titulada “Adagio del concierto para oboe en re menor de
Alessandro Marcello. Segundo movimiento”
en la que el amor busca en la música a su mejor cómplice y que como colofón de
la noche transcribimos a continuación en su integridad.
“Mi querida Elisa, te aseguro que lo he intentado
con todas mis fuerzas.
Al
principio no distinguí los síntomas, supongo que había pasado demasiado tiempo
desde que dejé aparcados los laberintos románticos. Si te soy sincero, creo que
había olvidado las señales más evidentes; tal vez me cogió desprevenido y no
fui capaz de esquivar esos lances que casi siempre desembocan en derrotas, y
que en tantas ocasiones consiguieron acecharme con el sabor del fracaso.
Y es
que hace siglos que decidí que estaba excesivamente cansado para hacer frente a
las tretas pasionales, que el amor no era una disciplina justa, ni piadosa, ni
ecuánime; que el amor se abrigaba con espinas demasiadas veces, que era capaz
de posarse en la ruina con demasiada frecuencia. No sé si el miedo fue el
culpable; quizá solo fue la pereza de amanecer otra vez con las manos vacías,
lo cierto es que poco a poco logré acumular las coartadas suficientes para no
caer nunca más en descalabros amorosos.
Por
eso no tuve reparos en aprender a escabullirme de las miradas cómplices, ni
abandoné en mi empeño hasta encontrar la forma de escuchar el latido de una
sinfonía sin que me golpeara los sentidos. Fue así como ingenié el modo de
salir ileso de cada noche taciturna, de cada temblor en las manos, de cada boca
templada, de cada tacto con hechizo, de cada palabra seductora.
Francamente
pensé que lo había conseguido, que había sido capaz de imponerme a los
apasionamientos e imprudencias; sin embargo aquí me tienes, reconociendo mi
derrota.
Al
principio, te repito, no reconocí los síntomas. Cuando el sonido desgarrado de
tu oboe se enredó entre las paredes de mi casa, pensé que era culpa de ese
estribillo endiablado. Cuando las notas del segundo movimiento de este adagio
me sugirieron tus ojos, pensé que había confundido tu mirada en algún descuido.
Sin embargo cuando descubrí que los acordes de mi instrumento se estaban
enlazando con la sintonía de tu risa, no tuve ninguna duda.
Desde
ese día debo reconocer que mi compás suena distinto, que no he podido
desprenderme de la cadencia de tus caderas, ni del acento de tu voz, ni de la
escala de tus labios. Desde ese día tuve conciencia de que no lograré escapar,
que no sabré evitar este desorden.
Lo he
intentado con todo el arrojo del que soy consciente, he utilizado todas las
argucias que siempre me funcionaron para huir al menor de los indicios. Ahora
aquí me tienes, atento a tu mirada, deseando que tus ojos coincidan con los
míos y logren entender lo que siento; aunque lo único que he conseguido hasta
ahora es saber que me ignoras, que posiblemente, tan siquiera, has reparado en
que existo.
Te
prometo que me había resignado, que había decidido ocultar mi desliz de la
forma más discreta. Sin embargo hoy he descubierto algo demasiado peligroso.
Ya
hacía tiempo que venía sospechando, pero lo he certificado esta misma tarde sin
ningún reguero de dudas; frente a este pentagrama, que debería haber llenado de
signos musicales, de acordes y arreglos, de bemoles y sostenidos.
Soy incapaz de provocar una humilde nota, sin que en ella se enrede el eco de tu estela, sin que en ella se acople el anhelo de tu piel, ni la esperanza de conquistarte. Como verás no puedo pasarlo por alto, no tengo más recursos. Por eso he decidido aventurarme y dar el paso de escribirte esta torpe declaración en el anverso de un pentagrama vacío e impaciente, que espera mi disposición para convertirse en melodía.
Mañana
dejaré esta carta en tu atril, en mitad de tus papeles, entre las partituras de
esta sinfonía que ha sido capaz de desatarme los sentidos, de hacerme
comprender que sin tu sonrisa no tendrán valor las amanecidas, que fuera de tus
ojos no habrá horizontes, que la música de mis manos, sin tus manos, sonará
desierta.
Sin
otro motivo que el de hacerte saber mi inexplicable flaqueza, espero tu contestación.
Si te incomoda hacerlo con palabras, estaré atento al susurro de tu oboe.
El violinista”
Tras
habernos deleitado con el sentimiento y calidad literaria de los textos de
Manoli Padial, la alentamos desde aquí para que lleve a buen término su
proyecto de escribir una novela basada
en el género epistolar.
Nuestra anfitriona Manoli nos
obsequia para despedirnos con algunos frutos de su creación que han sido
galardonados y publicados en el “Concurso de declaraciones de amor. 2016.
Háblame de amor”, y el “Quinto certamen
nacional de relato corto. Con nombre de mujer. 2017”.
Se levanta la sesión traspasada
largamente la medianoche.
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