LA RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE - PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD. Artículo Periodístico del Letraherido Javier Castejón
¿Qué descubrimiento podemos considerar el primer signo de la
civilización?. Esta fue la pregunta que hizo un estudiante de la
Universidad de Columbia a la profesora de Antropología Margaret
Mead.
Sin lugar a dudas, el fuego, el arado, la olla de barro, la piedra de moler,
u otros similares podrían ser de los primeros signos de civilización. Sin
embargo, la antropóloga y poetisa Margaret Mead, consideró que el
primer signo de civilización de la humanidad fue un fémur fracturado y
sanado. Para la antropóloga, la fractura de una pata de un animal
implicaba, en los albores de la civilización humana, su muerte ante la
imposibilidad de poder protegerse y alimentarse, al volverse presa fácil
para otros animales. Igual ocurriría con las personas si no habían
recibido cuidados hasta su sanación. Por ello, la Dra. Mead señalaba la
aparición de un fémur fracturado y soldado como el primer signo de
civilización, porque ello significaría que alguna persona se encargó de
proteger a aquella otra cuya pierna se fracturó, la llevó a un lugar
seguro, le proporcionó alimentos y todos los cuidados que requería para
su recuperación.
A partir de esta afirmación parece que la actividad de cuidarse los seres
humanos unos a otros como medida de protección ante accidentes o
enfermedades data de tiempos remotos, e incluso podríamos estar
hablando del establecimiento de la primera “relación médico-paciente”,
en tanto que una persona con ánimo sanador cuida de otra, la
necesitada de los cuidados.
Se trata pues, de un modelo de relación humana que comenzó a
practicarse desde los mismos orígenes de la humanidad, poniendo de
manifiesto el instinto de auxilio que de alguna manera alberga nuestra
especie.
Hay constancia escrita de la relación médico-paciente ya desde el
Código de Hammurabi (año 1728 a.C.). En la Grecia antigua se darían
los fundamentos de la Medicina actual con numerosas referencias a la
relación médico-paciente, siendo destacables las contenidas en el
Juramento Hipocrático, aceptado hoy como fundamento de la profesión
por todos los médicos.
Si tal es la antigüedad de esta relación y tantos beneficios ha traído a la
Humanidad, hasta el punto de considerarse como primer signo de la
civilización, cabe preguntarse por qué la Organización Médico Colegial
(OMC) de España, el día 15 de junio 2016, aprobó por unanimidad la
necesidad de promover la relación médico-paciente como “patrimonio
cultural inmaterial de la Humanidad”, solicitando este reconocimiento a
la propia UNESCO.
Según este organismo internacional, cuando se atribuye esta categoría
a cualquier cuestión, lo que se pretende es “adoptar medidas
adecuadas para salvaguardar expresiones o manifestaciones del
patrimonio cultural inmaterial cuya viabilidad esté en peligro”.
¿Realmente se halla en peligro la relación médico-paciente, tal y como
la concibe la propia profesión médica, hasta el punto de que se recaba
de esta forma la protección de la UNESCO?
A este respecto, la OMC afirma que “es innegable que la relación
médico-paciente se encuentra amenazada, debido a la intersección de
numerosas influencias de índole política, social, económica e industrial.
Es evidente que hoy se aprecia un cambio paradigmático en la relación
médico-paciente que se ve alterada de forma terrible para el médico y
lamentable para el paciente. Sin entrar en análisis históricos detallados,
podemos afirmar que actualmente se evidencia una falta de confianza
en los médicos que nos ha llevado a resquebrajar la conexión entre el
paciente y el profesional, transportándonos a la lógica del cliente y el
producto. La atención médica hoy ha alcanzado un elevado nivel de
complejidad relacional, que las mas de las veces la tornan tensa y llena
de rupturas y discontinuidades.
La misma fractura de fémur que hemos citado como referente la
principio de este artículo hoy día sería portada por un paciente (citando
el mejor escenario clínico que ignora los pacientes pluripatológicos y
polimedicados) que con toda seguridad sería sometido a un sinfín de
pruebas y atendido por numerosos profesionales en un ir y venir de
guardias, turnos y especialidades.
Lo que caracteriza a la enfermedad es la sensación de desvalimiento y
necesidad que sufre el propio enfermo, que se ve forzosamente
viviendo una situación involuntaria para cuyo tránsito necesita de
“paciencia”. Paralelamente, lo que caracteriza al médico debe ser el
ánimo sanador y el interés por el bien del paciente.
Podemos preguntarnos si la atención médica que hoy se dispensa en
nuestro entorno sociocultural goza de características que nos permitan
hablar en tales términos. ¿O quizá los factores mencionados impiden el
desarrollo de una eficaz relación médico-paciente en la que el enfermo
pueda sentirse atendido y hacer uso de la paciencia necesaria para
atravesar su dolor y enfermedad? ¿O acaso estos mismos factores no
influyen negativamente también en el médico, quebrando su ánimo
vocacional?.
Los médicos de las ultimas generaciones, ya fallecidos, actualmente
jubilados o en las últimas fases de su carrera profesional son
portadores del desencanto profesional que ido progresivamente
aniquilando la “emoción ética” del ánimo sanador, en el sentido que
preconizaba Gregorio Marañón. Al reconocimiento de su esfuerzo
dedico estas palabras de rebelión crecida en el desánimo que provoca
contemplar un bien que se pierde en las aguas turbulentas de esta
sociedad encrespada.
Desde esta tribuna no quiero sino hacerme eco de la petición de la
OMC solicitando se proteja la relación mèdico-paciente como bien
cultural inmaterial de la Humanidad. Todo ello para bien del médico y,
sobre todo, del paciente.
Javier Castejón es médico cirujano y profesor de la Facultad de la
Facultad de Medicina de Granada (jubilado) y autor del libro “Amenaza
a la vocación médica”
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