A TU ALMA DE PÁJARO
TITULO: A TU ALMA DE PÁJARO
Orihuela, a 7 de septiembre de 1.939
Querido Miguel, sé que antes que tuyas serán de otros ojos estas
palabras, no me importa, sólo quiero sentirte y que me sientas por unos
momentos; aunque sólo sea con palabras torpes de papel que apenas saben expresar la necesidad de tenerte a mi lado.
La única lucha que yo entiendo, la única batalla es la que mantengo por
consumir con urgencia este tiempo en que no estás, este tiempo absurdo y
desierto que trascurre sin tus manos, sin tu piel ni tus caricias, por eso
estoy segura de que esta carta no tendrá ninguna dificultad para superar todos
los controles y todas las barreras.
No temas, amor mío, no voy a manchar con penas este papel que tanto
trabajo me cuesta conseguir, no pienso malgastarlo hablándote de espinas que de
sobra conoces. No estoy dispuesta a que
me derrote la impotencia ni la angustia, sería otorgar una victoria a quienes
pretenden enjaular tu alma de pájaro. Yo
sólo quiero trasmitirte la paz que me sigue manteniendo a flote a pesar de las
dificultades de cada día, a pesar de la amenaza del invierno, a pesar del
hambre que mato a duras penas a base de cebollas y pan duro. No, no estoy
dispuesta a derrochar estos momentos en que estamos juntos, estos momentos en que
las palabras consiguen tender un puente invisible capaz de cancelar la
distancia infinita que nos separa.
Ahora te siento tan cerca que casi puedo tocarte, que casi puedo
destruir la soledad que nos hiela los huesos; ahora estás aquí, más próximo a
mi pecho que nunca. Cierro los ojos y puedo abrigar el aroma de tus manos
enredándose por mi cintura y el color de tu voz susurrando versos en mi oído.
Cierro los ojos y soy capaz de sentir el apremio de tus dedos en mi espalda, la
ternura de tus labios por mi cuello, la urgencia de tu piel en mi costado. Creo
que nunca has estado tan cerca, ni tan dentro.
No te preocupes por mí, soy una mujer privilegiada, capaz de amarte por
encima del frío y del miedo. No te angusties, ya sabes que tu amor me hace
fuerte, que me hacen invulnerable tu
verdad y la alegría de nuestro
hijo. Acabo de verlo sonreír y nada en
el mundo podría arrebatarme esa dicha.
Su sonrisa ilumina todas las esquinas, transforma todas las penurias y desmonta todos los fantasmas. A él no le importa que la luz de las
mariposas en aceite solo alumbre miseria, él crece y le crecen las manos que
pronto querrán tocar el cielo. El crece y le crecen los sentidos y le crece la
alegría y le crecen esos cinco minúsculos pedernales de nácar que florecen en
su boca para enfrentarse a la vida.
Estos pechos que sólo huelen a cebolla, son lo bastante generosos para que él florezca ajeno a todas nuestras tragedias, inmune a desvelos y fatalidades. Miro a tu hijo y me sonríe con esa sonrisa tan tuya capaz de acorralar un invierno.
No tengo duda
alguna de que la serenidad de su mirada es capaz de atravesar los barrotes que
te cercan. Sé que te tengo tan dentro que puedes sentirlo, que puedes ver con
mis ojos, que puedes latir con mi pecho; por eso necesito mantenerme firme, no
quiero dejarme vencer si el desaliento me acecha, no debo rendirme al desconsuelo. Mi dolor es
tu dolor y mi esperanza es tu esperanza.
Ahora solamente consigo retenerte en su perfil, me conformaré con acariciar tu piel a través de su piel nueva.
Necesito buscar en su sonrisa el brillo de tus ojos y la firmeza de tus
manos. Quiero encontrar tu optimismo en cada uno de sus gestos, y tu
rebeldía en cada uno de sus llantos.
Me despido de ti, sin más que contarte por ahora, solo desearte que
sigas siendo libre y recordarte que yo nunca olvido ni tu valor ni tus
palabras:
“Escríbeme a la lucha, siénteme en la
trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y
fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me
espera,
y defiendo tu hijo”
Fdo. Josefina
Precioso y enternecedor.
ResponderEliminarMe encanta el género epistolar. Buenísima referencia. Abrazos
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